Cuando quería ser libre me tragaba las ansias de pedirte, de rogarte, de robarme tu aprobación, quería que me vieras como yo me veo, talvez también quería ver alguna cosa mía en vos, ahora que dejé de querer, ahora que soy (que soy esta masa informe, inconsistente e incorpórea), ahora que existo, y que me resigné a habitar la pequeña parcela que me tocó en suerte, estoy a salvo, a salvo, pero estoy lejos, uno se acostumbra y a su vez la costumbre lo hace a uno, no soy un conformista, nunca lo he sido, soy un viajero.

Resulta que para ser un viajero no es necesario caminar, basta con saber que el mundo es un vehículo desvencijado que se precipita pendiente abajo, sin frenos, hacia una segura colisión; basta con mirar hacia el cielo y ver como viajan las nubes, las aves, aquello nos dice que todo es constante movimiento, aunque trágicamente cíclico, movimiento al fin; basta con atisbar hacia dentro de uno mismo para saber que toda una vida de contemplación no basta para recorrer todos los recónditos recovecos que se configuran conforme transcurren las noches y los días, ya que el alma humana no es más que un laberinto plagado de inconsistencias.

No encuentro otro forma de alcanzar libertad más que saliéndome del ciclo del deseo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy cierto, 'el alma humana no es más que un laberinto plagado de inconsistencias'. Aunque en mi mundo al alma la llamo 'mente' y a la mente la llamo 'ego'.

Saludos (:

Oscar Alvarenga dijo...

Elle: Gracias por tu comentario.
Alma, mente y ego, esa última palabra me llama mucho la atención, más que nada por su amplia acepción.

Saludos y otra vez gracias.

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