Duele pensar, —neuronas oxidadas de tedio—, una vida como de extra de película, duele vivir, respirar. ¡Estupidez! Y si no, saberse un insensible, mala persona. Por cortar deliberadamente todo vínculo con el resto de la humanidad. No siento culpa. La latencia de una molesta incertidumbre sobre la que transcurre toda vida, terreno escabroso y repulsivo muladar. Ese querer irse y no tener boletos. El cadáver de la canción en la torpe vibración de una cuerda —la— de una guitarra eléctrica. Amo-a-mi-nena/mi-nena-no-me-ama. Ese ruido precioso, preciso que se parece al inicio de universo. Mi mente me engaña, yo consentía pero ya no estoy seguro... Ese pedazo de jardín sin arreglar donde uno espera crecerá ese hermosa y rara especie que reverenciaran los otros. ¡Que engaño! Haz de darte cuenta que es en la vergüenza y no en la venganza a donde irás a parar. Decir, contar o cantar atravesando la hipocresía por la tangente para no ser celebrado, para nunca ser mencionado en los juegos de los niños.

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