El patético pretencioso encadenado a su mediocridad, sabe que no es capaz de tender ningún puente para atravesar los precipicios de las imposibilidades que lo cercan —lo asaltan a modo de bufones espectros, de vallas publicitarias—; mientras su estado de duermevela perpetuo. Se pierde, se malogra. Lo hace adrede. Conoce que ejecuta una única venganza posible.
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