Acaballado sobre un tronco, tras incontables jornadas de sufrimiento indecible, el náufrago logró burlar la furia del mar. El náufrago murió de inanición en el Edén, no logró decidir cual de los frutos comerse en primer lugar; eran tantos y todos apetecibles. Nunca le preguntaron a cual de las aladas hadas consideraba como la más bonita. Ninguna de ellas pensó en regresarlo a la vida así que no obtuvo el beso que le correspondía, a pesar de considerarse tipo apuesto y gran amante.
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El burlador lo pasó mal cuando le tocó ser burlado. Pensaba solamente en conservar algo de dignidad.
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La alta tragedia de tener razón.
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Artista del engaño, legislador de verdades.

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