Muero de espera, de esperar, de desesperarme. Es imposible desasirse, deshacerse de toda la esperanza -sin dudas la esperanza es el mayor de todos los males-.

Hasta que olfatees el purificante olor a tierra mojada, hasta que escuches el estruendo que hacen los terrones de tierra mojada al golpear contra la tapa de tu ataúd. ¿Puedes oírlo?

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