Cavernícola cazador obsesionado con defenestrar a una bestia, una en especial, una invisible y azul. Cazarla, matarla a golpes, o a base de desprecio e indiferencia.
Ella que nunca pasa por aquí, que nunca se posa en mis ramas ni bebe de mis fuentes.
Castillos en el aire, la arena no me sienta, me es molesta, molesta como los naipes. ¿No lo entiendes? ¿Qué no los puedes ver? Suelo ser el mago en el acto de desaparecer las palabras. Me las roban, no las quiero, no las necesito.
Lo que por fuerza ha de decirse, lo necesario, lo esencial, lo de vida o muerte, es eso que no diré, no soy el indicado, no soy el elegido, solo puedo dar indicios informes o deformaciones, de esas que vienen a mi y que nunca me hablan.
La verdad sea dicha, nada sé de montañas, ni de bosques, ni de mares, ni siquiera de ríos. Solamente sé sobre polvo y sudor. Y sordidez.
Hablo desde el fondo de mi neurosis. No he vivido mucho, pero... he imaginado. Unas pocas cosas. Ya no recuerdo mucho porque hay una niebla que flota en el ambiente y que todo lo vuelve imperceptible, pero, estoy dispuesto a sondear el mar o el cielo para hallar eso que ya no busco, eso que ya no quiero.
Por último, soy definitivamente, un hombre para días lluviosos solamente.
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