Impotente me digo, y hay cercas alambradas, púas oxidadas, escalar nunca fue opción, en todo caso si lograra sobreponerme al dolor de las cortadas y a probablemente contraer tétanos, todavía queda el factor de la altura, mi temor a las alturas, y no entremos a discutir si mi acrofobia es verídica o si es otro fruto de mis manías/fobias alucinatorias hipocondríacas. En caso de que lograra transponer la alambrada todavía queda un vasto desierto atiborrado de insalvables peligros, y tantos otros obstáculos más hasta llegar hasta donde viven los hombres y ofrecerles la salvación. Ese en todo caso sería el final del laberinto, el linchamiento, la crucifixión.

El problema de la salvación del hombre, lo que lo hace impracticable, entre otras cuestiones, es el hecho de que atenta directamente en contra de nuestro tan mentado "estilo de vida". ¿Que sería de mí si no pudiera distinguir entre la multitud a por lo menos uno más estúpido que yo, o al menos uno que se viera más estúpido que yo?

Hasta el más perfecto sistema de gobierno tiene un punto débil, el factor humano, o más bien ese trazo animalesco de variadas proporciones que nos fuerza a tomar ventaja por sobre nuestro prójimo. Es comprensible si consideramos que ese instinto animal sangriento y cruel fue lo que probablemente le dio al hombre la supremacía sobre las demás especies a través de una lucha que se remonta millares y millares de años hacia atrás.

Así es como llegamos a esos cavernícolas brutales encasquedos en costosos trajes hechos a medida sentados en los estrados más altos sin otro particular en sus mientes que consignarse el pedazo de carne más grande y jugoso que les fuera posible. "A los pobres siempre los tendréis", y si hay pobres también habrá quienes saquen provecho de ello. Infortunadas frasecitas en las que resumo toda mi humilde percepción hacia lo que a política se refiere.

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