Se ha descompuesto el tiempo, o el que estoy descompuesto soy yo..., en fin, da lo mismo. Necesito dormir, dormir diez mil años al menos, y sobre todo necesito licenciar a todos los despertadores —relojes o no— dentro de un radio de mil kilómetros alrededor de mi cama.
Me sospecho a destiempo, algo en mis movimientos —o en la falta de ellos—. Como si no hubiera sido invitado a una fiesta majestuosa. —Una a la que de todos modos no quería ir.
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