Es esa molesta partícula de polvo que se aloja en el ojo y que al final resulta ser la flecha que hiere al ínclito Aquiles en el talón o la piedra que va a dar contra la frente del coloso Goliat; significa derrota, vilipendio, escarnio —el cadáver convertido en trofeo a la entera merced del sádico enemigo—. Todo imperio y/o religión se construye sobre los cadáveres profanados de los aliados y de los enemigos caídos en la contienda.
¡Mirad con cuanta pasión y estupidez es capaz de odiar al mundo ese sujeto! Ya se le va a pasar. Y la angustia, la cáustica angustia corroyendo las laderas de acero inoxidable del abismo. Y eso que era feliz ayer, con una felicidad algo laxa, es cierto, una hecha en casa, pero felicidad al fin. ¿Y qué queréis?...
Nos agobia un cansancio sin razón aparente, un hartazgo. Descubrir que el mundo gira más rápido de lo que nuestros cuerpos son capaces de soportar. Los diez mil años de sueño que necesitamos para reponernos.
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