Mi desequilibrada química cerebral origina miedos tangibles que se comunican en forma de molestos y desagradables gorjeos dentro de mi torrente sanguíneo. Acentúanse estos por las mañanas, pero van cediendo con el transcurrir de las horas.
La calma desesperada no me ahuyenta más y las voces que se desgañitan las absorve algún velo transparente. Son estos los buenos tiempos, gota por gota, la miel y la hiel. Puede que los malos tiempos estén llamando a la puerta. Estoy apercibido y ebrio.
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